La acumulación de desechos en órbita terrestre aumenta los riesgos para las telecomunicaciones, la investigación y la exploración
Como los pasajeros de un barco a punto de naufragar, los seis tripulantes de la Estación Espacial Internacional (EEI) se refugiaron el pasado 28 de junio en dos cápsulas rusas Soyuz acopladas a la plataforma como “botes salvavidas” ante la amenaza de basura espacial.
La detección de los desechos espaciales que se acercaban peligrosamente a la EEI se hizo en forma tardía, por lo cual ya no había posibilidad de efectuar una maniobra para desviarla ligeramente de su ruta. Por fortuna, dichos objetos pasaron a unos 250 metros sin producir ningún tipo de daño.
No es la primera ni será la última vez que sucede esto debido a la masa de basura espacial flotando alrededor de la Tierra. La mayor parte se concentra en la órbita baja (de 200 a 2 mil kilómetros), donde está la EEI. Ésta será hundida en el Pacífico después del año 2020 (cuando termine su vida útil) para no agravar el problema, según acordaron sus socios, entre ellos Rusia.
“La basura espacial podría afectar futuras misiones espaciales, dañar satélites o redes de suministro de energía aquí en la Tierra”, señala Sergio Camacho, secretario general del Centro Regional de Enseñanza de Ciencia y Tecnología del Espacio para América Latina y el Caribe.
FUENTES MAYORES DE LOS DESECHOS
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Satélites vulnerables
El académico, quien dirigió la oficina de Asuntos del Espacio Exterior de las Naciones Unidas de 2000 a 2007, explica que los desechos no sólo amenazan a las grandes potencias que realizan vuelos espaciales, sino a países emergentes que, como el nuestro, poseen y operan satélites de telecomunicaciones.
“A México le debe importar participar en este tema porque necesitamos enterarnos cuáles son los riesgos para los satélites MexSat (serán puestos en órbita próximamente), los cuales implicaron una inversión de más de mil 200 millones de dólares sin contar el lanzamiento y los seguros”.
Camacho calcula que si se perdiera uno de estos nuevos satélites, aunque cuenten con seguros de despegue o vuelo orbital, las actividades programadas con ellos se retrasarían unos cuatro años. Y si se dañaran los de la NASA, México también se vería afectado debido a la estrecha colaboración científica que hay entre ambas naciones.
“Nos interesa mucho que no les vaya a pasar nada a los satélites meteorológicos de EU, sean los que están en órbita geoestacionaria o polar, porque su información se usa para hacer pronóstico del tiempo o nos alerta cuando tenemos huracanes o tormentas tropicales”, explicó el académico.
Monitoreo y acuerdos
Diversos organismos y agencias en países como Rusia, EU y China, monitorean regularmente los desechos espaciales, tema en el que la ONU ha impulsado acuerdos no obligatorios desde 1990. Además, existe un subcomité científico y técnico dentro del Comité para los Usos Pacíficos del Espacio Exterior enfocado al problema.
La NASA, uno de los integrantes del subcomité, calcula que hay de 15 a 16 mil objetos mayores de 10 cm en la órbita terrestre (baja, media y alta). La cantidad estimada para partículas de entre 1 y 10 cm es de 500 mil, mientras que la de objetos menores a 1 cm podría ser de decenas de millones.
Los primeros pueden detectarse de forma relativamente simple desde la Tierra, mediante telescopios o radares, mientras que los más diminutos requieren observaciones y cálculos más minuciosos, que se realizan, por ejemplo, al observar pequeñas marcas en las naves que regresan a la Tierra.
“En México, donde ya varias instituciones trabajan en el desarrollo de nanosatélites, deberíamos hacer vinculantes (obligatorios) estos acuerdos sobre basura espacial impulsados por la ONU para que no contribuyamos a contaminar más el espacio”, sugiere el doctor Camacho.
LAS SOLUCIONES
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