protección civil

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lunes, 6 de septiembre de 2010

INTRODUCCION A LOS PRIMEROS AUXILIOS

INTRODUCCION A LOS PRIMEROS AUXILIOS





Los primeros auxilios son el tratamiento inmediato y provisorio aplicado en caso de accidente o enfermedad imprevista, que generalmente se presenta en el lugar del accidente y con excepción de ciertos casos leves, hasta que pueda ponerse al paciente a cargo de un hospital o puesto de socorro para impartirse el tratamiento adecuado y definitivo.



Sería conveniente que el mayor número de personas adquiera nociones de primeros auxilios para poder aplicarlos en el momento necesario, en el hogar, en la escuela, en la vía pública (donde actualmente se suceden el mayor número de accidentes dándonos los índices más altos de mortalidad, por no recibir ayuda inmediata o bien quedando secuelas (lesiones permanentes), en los centros de trabajo y en los lugares de distracción).































QUE SON LOS PRIMEROS AUXILIOS.



Existe una gran variedad de definiciones, tantas como manuales o guías de Primeros auxilios existen. Pero el concepto básico no cambia “ LOS PRIMEROS AUXILIOS SON LOS CUIDADOS INMEDIATOS Y TEMPORALES QUE SE SUMINISTRAN A LA VICTIMA DE UN ACCIDENTE, O DE UNA ENFERMEDAD QUE SOBREVIENE REPENTINAMENTE, EN TANTO SE OBTIENEN LOS SERVICIOS DE UN MEDICO; SU PRINCIPAL OBJETIVO ES SALVAR LA VIDA”.





Uno de los primeros pasos y de los más importantes a seguir antes de iniciar la ayuda a un lesionado, es hacer una exploración o examen de este. Esta revisión se hace con el fin de comprobar si hay o no lesiones importantes o descubrir alguna que no sea evidente. Así rápidamente podrá determinar si hay una hemorragia abundante, asfixia, pérdida del Estado de alerta (pérdida del conocimiento) que por su gravedad deben de ser atendidos inmediatamente, en lugar de ocuparse de lesiones de menor importancia.





Una de las primeras cosas después de catalogar y valorar el tipo de accidente es el de interrogar al accidentado, en caso de que esté en Estado de alerta, ya que la información que éste nos proporcione nos será de gran utilidad para su manejo. Obsérvese la posición del cuerpo. Si un miembro presenta una posición anormal, probablemente haya una fractura. Obsérvese si hay respiración y pulso.





Los cuidados van encaminados a procurar ayuda a la víctima tanto en el aspecto físico como en el psíquico y todo aquel que lo imparta debe de conocer como actuar, que hay que hacer, como hacerlo, sobre todo saber hacerlo bien y NO CAUSAR MAS DAÑO DEL YA EXISTENTE.



REGLAS GENERALES





Existen una serie de reglas o medidas a tomar que deberán seguir las personas que prestan los primeros auxilios:























TÉCNICA PARA LA EXPLORACION DE UN LESIONADO





Para explorar a un paciente, es necesario llevar cierto orden y disciplina. Para ello se llevara a cabo la inspección (observar); palpación (tocar y sentir). Percusión cuando sea necesario. Si es posible se comprobaran aunque sean someramente los signos vitales continuar después con la exploración completa, la cual debe de ser de cabeza a pies. Comience el examen por el cráneo observando si hay heridas en el cuero cabelludo o hundimientos. Véase si sale sangre del oído, lo que podría indicar una probable fractura de la base del cráneo. En los ojos buscar lesiones propias de los mismos o de los párpados algún cuerpo extraño etc.





En la boca hay que determinar si hay cuerpos extraños como pueden ser dientes rotos o una prótesis suelta o algún otro elemento que en algún momento le pueda causar la asfixia. Hay que tener en cuenta que si el paciente no esta en Estado de alerta o despierto (consciente), revisar la lengua que esta no esté obstruyendo las vías respiratorias ya que esta puede causar la asfixia y la muerte de este.



Mientras se practica este examen deberá de percatarse el olor del aliento, que puede determinar un indicio de la causa de una pérdida de alerta. Así, por ejemplo, el olor a acetona nos hace pensar en un probable coma diabético; el olor a orina del aliento, puede ser causada por uremia, y el olor a alcohol hace probable que la pérdida del despierto sea debido al Estado etílico.

En este último caso hay que ser prudente, el no atribuir al alcohol todos los síntomas que se presenten, por que el paciente puede tener además del Estado etílico, una fractura de cráneo, una hemorragia, crisis epiléptica o cualquier otro problema agregado.





Revisar en el cuello el pulso carótideo por medio de la palpación (solo uno a la vez), traumatismo en traque, heridas, rigidez, etc. revisar en tórax, ambas clavículas, hombros, costillas, observar el tipo de respiración y la coloración de la piel, etc.





En abdomen se observaran los movimientos de este, integridad de la piel, abultamientos. A la palpación pasaremos suavemente las manos sobre la superficie del mismo, pudiendo encontrarse hiperestesia (sensibilidad aumentada), que nos puede indicar una peritonitis por hemorragia interna. La palpación deberá ser cuidadosa, no presionando demasiado, estando atento de los sitios de mas dolor.



En las extremidades superiores e inferiores se revisaran cuidadosamente buscando fracturas, heridas, pulso, temperatura y coloración. Claro está que estos son parámetros generales a seguir y que en un momento dado nos pueden ayudar a detectar un problema importante.





Un punto importante es la columna vertebral, en caso de existir fractura de la misma, al haber un mal manejo en el lesionado por falta de capacitación, puede haber una lesión de la medula espinal, que produzca una parálisis permanente. Es posible que el lesionado nos pueda referir una sintomatología, como es la sensación de calambres, dolor, perdida de la sensibilidad o algún otro dato que nos pueda hacer pensar en una lesión a este nivel.



¿QUÉ SON LOS SIGNOS VITALES?



1.- DEFINICION DE SIGNO.



Son las manifestaciones objetivas de una enfermedad o lesión que pueden ser detectadas por nuestros órganos de los sentidos. Por ejemplo, ver los movimientos respiratorios, una herida, él vomito, la sudoración, etc.



2. DEFINICION DE SINTOMA.



Son las manifestaciones subjetivas, que presenta un enfermo o lesionado y que son difíciles de detectar por nuestros sentidos, por ejemplo, la angustia, el miedo, el dolor de cabeza, el mareo. De estas solo tendremos conocimientos cuando el lesionado o enfermo nos las relate.



3. CONCEPTO DE SIGNO VITAL.

Son las manifestaciones más elementales de vida en un ser humano.



1. SIGNOS VITALES.

En cualquier tipo de paciente se deberán de buscar los signos vitales, estos son:



a) pulso b) temperatura c) respiración d) presión arterial.



a) Pulso se mide para determinar la frecuencia o intensidad de los latidos del corazón. El pulso se mide en todas las arterias, pero puede encontrarse más fácil en la radial (a nivel de la parte distal del radio); femoral (se encuentra en la región inguinal); Carótidea (en ambos lados del cuello). El pulso normal en el adulto es de 60 a 80 latidos por minuto. En el niño es de 80 a 100 latidos por minuto. En él bebe es de 110 a 120 latidos por minuto.



Variaciones del pulso.- los factores que pueden producir variaciones en el ritmo del pulso son: edad, sexo, ejercicio, alimentación, trastornos emocionales, elevación de la temperatura, enfermedad y medicamentos.



Métodos para tomar el pulso- Primero se deberá encontrar una arteria, supongamos la radial, se colocaran tres dedos donde la arteria, se aplicara una ligera presión sobre la misma, pero sin interrumpir el paso de la sangre y se encontrara el número de pulsaciones por minuto.







b) TEMPERATURA.



Se define como el grado de calor mantenido por el cuerpo humano; es el resultado del equilibrio entre el calor producido por el organismo, el calor perdido por la transpiración, respiración, conducción, radiación y escreción.



Los valores normales de la temperatura corporal son en promedio de 36.5º a 37º, grados centígrados.



METODOS PARA MEDIR LA TEMPERATURA.



Para medir la temperatura se utiliza un termómetro clínico, que tiene una escala graduada en grados centígrados o en grados Fahrenheit. Este termómetro debe de colocarse en algunos de los siguientes sitios. Boca, axila, ingle y recto. El rectal es el más exacto que los demás, dando un grado más que en el axilar (recordando que es un termómetro especial, el cual hay que lubricarlo antes de introducirle).



c) FRECUENCIA RESPIRATORIA.



La respiración se define simplemente como el acto continuo de inspirar y espirar aire, de y a los pulmones, para introducir oxígeno y eliminar bióxido de carbono, agua y otros productos de oxidación. La frecuencia respiratoria del adulto oscila entre los 18 y 20 respiraciones por minuto.

Las variaciones de la respiración pueden ser: Edad, sexo, ejercicio, emociones, enfermedades, accidentes, medicamentos, frío, calor, dolor, fiebre, etc.

Para medir la frecuencia respiratoria, observar la expansión y relajación del tórax, o bien a nivel de la región del esternón.



d) PRESION (TENSION) ARTERIAL.



La presión arterial o tensión arterial, es la fuerza ejercida por la sangre contra las paredes de los vasos sanguíneos a medida que pasan por ellos. La presión sístolica es la presión máxima ejercida por la sangre al contraerse el ventrículo izquierdo. La presión diastólica es la presión mínima, cuando el corazón se encuentra en la fase de relajación antes de la contracción. Hipertensión es la presión sanguínea anormalmente elevada. Hipotensión es la tensión arterial demasiado baja.



La presión arterial promedio para el adulto sano suele ser 120/80. Presión sistólica igual a 120 milímetros de mercurio y presión diastólica igual a 80 mmHg. Los factores que producen variaciones de la presión arterial son: edad, sexo, peso, ejercicio, emociones, enfermedad, hemorragias, shock, dolor.



El aparato para medir la tensión arterial se llama Baumanómetro o Esfignomanómetro. Que pueden ser con mercurio o bien de reloj (manométrico).



MODO DE UTILIZARLO: se coloca el brazalete a nivel de la parte media de el brazo el cual no deberá de ir ni muy flojo ni muy apretado, a continuación a nivel del pliegue de la cara anterior del codo, se buscara la pulsación de la arteria y encima de ésta se colocará la cápsula del estetoscopio, a la cual no se le debe de ejercer mucha presión. Se insuflara la perilla hasta que en la columna de mercurio o de reloj, alcance cifras mayores de las consideradas como normales, aproximadamente 180 a 200 (en niños e infantes no se deberá de insuflar a mas de 140 a 160). Se le abrirá la válvula de la perilla, para permitir la salida del aire de la bombilla del brazalete y así disminuir la presión que este ejerce sobre la arteria y permitir él, paso de la sangre a través de ésta. Conforme va saliendo el aire, la columna de mercurio o reloj disminuirá de altura. Cuando se escuche el primer ruido cardiaco (arterial). Será la presión sistólica y cuando se escuche los últimos sonidos netos antes de desaparecer será la presión diastólica o mínima.



NOTA: LA PRESION ARTERIAL TIENE CINCO FASES DIFERENTES LAS CUALES RECIBEN EL NOMBRE DE RUIDOS DE KOROTKOFF.





































SOCORROS BÁSICOS Y MEDIDAS DE URGENCIA EN GRAVE PELIGRO: FALTA DE OXIGENO.



La vida humana no puede subsistir sin un permanente consumo de oxígeno. Cuando este

falta, la muerte sobreviene con rapidez. En caso de obstrucción de las vías respiratorias, los primeros socorros implican, por consiguiente, saber como despejarlas y restablecer la respiración para que el corazón siga latiendo.



Ensanche de las vías respiratorias.

Empuje de la cabeza hacia atrás



Colóquese inmediatamente al accidentado boca arriba, con el cuello extendido y la cabeza bien echada hacia atrás (cf.fig. 5-1). Poniéndole bajo los hombros una manta enrollada, o algo que haga de cojín, se mantendrá mas fácilmente dicha posición; pero no se pierda tiempo en buscar esas cosas si no están al alcance de la mano; ¡los segundos cuentan! Este método es eficaz en muchos casos.



Levantamiento de la mandíbula.



Si la simple inclinación de la cabeza no bastara para despejar las vías respiratorias, tírese de la mandíbula inferior como se muestra en la fig. 5-1, Este movimiento hace que la base de la lengua se separe aún más de la garganta, facilitando así el paso del aire a los pulmones. La operación puede efectuarse con el pulgar de una sola mano o con ambas manos.



Levantamiento de la mandíbula con el pulgar. Debe darse preferencia a este método si el estado de la víctima lo permite. Introdúzcase el pulgar en su boca, asiendo luego con firmeza la mandíbula inferior y tirando de ella hacia afuera. No se sujete ni oprima la lengua.



Levantamiento de la mandíbula con las dos manos. Cuando las mandíbulas del paciente están tan apretadas que no es posible introducirle el dedo en la boca, se emplea este segundo método. Agarrando la mandíbula inferior con las manos por sus dos ángulos, justo bajo el lóbulo de las orejas, empújese fuertemente hacia afuera. A continuación, ábrase los labios de la víctima tirando del labio inferior hacia la barbilla con los propios pulgares.



Respiración artificial.



Si la respiración normal no se reanuda espontáneamente al abrirse los conductos por efecto de las manipulaciones que anteceden, hay que practicar sin tardanza, la respiración artificial. Conservando la serenidad, tómese la decisión y actúese sin perder tiempo. Cuando antes se empiece, mayores serán las probabilidades de éxito. En caso de duda sobre si el paciente respira o no, hágasele la respiración artificial sin desperdiciar preciosos segundos, ya que de todos modos ello no le perjudicará, si está respirando, uno siente y ve por lo general el movimiento del tórax o siente y oye la salida del aire acercando la propia mano o el oído a, la boca y nariz de la víctima.



Si el corazón ha dejado de latir, se impone inmediatamente un masaje cardíaco externo. Cuando haya dos socorristas disponibles, uno de ellos podrá encargarse de la respiración artificial mientras el otro practica el masaje cardíaco. Pero si solo hay uno, éste tendrá que hacer ambas cosas, alternándolas como explicaremos más adelante.



Existen dos métodos principales de respiración artificial, el boca a boca y el de presión torácica con levantamiento de brazos. El primero es preferible al segundo, pero no puede practicarse en caso de aplastamiento o fracturas faciales.



Métodos de reanimación boca a boca



Este método de respiración artificial consiste en insuflar el aire de los propios pulmones en los de la víctima, soplando dentro de su boca (cf. Fig.5-2), Para ello se procede así.



1) Tendiendo al accidente boca arriba, el socorrista se colocará a un lado junto a su cabeza. Póngale una mano en la nuca para mantenerle la cabeza bien derecha e inclinada lo más posible hacia atrás.





2) Con el pulgar e índice de la otra mano, a manera de pinza, apriete los orificios nasales hasta cerrarlos, y empuje al mismo tiempo la frente para echar la cabeza hacia atrás como ya hemos indicado. (La nariz puede también mantenerse cerrada apoyando fuertemente sobre ella la propia mejilla).



3) Llénese el socorrista los pulmones de aire y aplique su boca a la boca abierta del accidentado, tapándola por completo. (Si la víctima es un niño, cúbrale a un tiempo la boca y la nariz, apretando los propios labios contra su cara).



4) Sople con fuerza hasta que se levante el pecho de la víctima por efecto del aire insuflado. (Tratándose de niños muy pequeños, el socorrista no les echará de golpe todo el aire de sus pulmones, sino solo el acumulado entre mejillas y en varios soplos). Cuando el pecho del paciente se hincha de manera ostensible, es que ha llegado a sus pulmones un volumen suficiente de aire, Procédase entonces con normalidad, pasando a las etapas anteriores.



Si el pecho no se levanta, tómense sin dilación medidas correctivas, reajustando la apertura de las mandíbulas, soplando con más energía y cerciorándose de que el aire insuflado no se escapa por algún resquicio entre los labios o por la nariz mal apretada de la víctima.



Si el pecho sigue todavía inmóvil, ladéese la cabeza de la víctima y facilítese con los dedos el paso del aire. Para ello se le abre primero la boca, introduciéndole luego los dedos por el interior de ambas mejillas y la base de la lengua hasta alcanzar la garganta. Muévase los dedos a un lado y a otro en el fondo de la garganta, como barriéndola, para quitar de ella vómitos, mucosidades o cuerpos extraños que la están obstruyendo.



Si persiste la obstrucción del conducto respiratorio, póngase a la víctima de costado. A continuación, con la base carnosa de la mano, aséstensele unos cuantos golpes secos entre los omóplatos para desalojar el corpúsculo que impide el paso del aire. Logrando esto, reanúdense las operaciones de reanimación boca a boca.



5) Al levantarse el pecho, retire el socorrista su boca de la del paciente y escuche el rumor que produce el aire al ser exhalado. Si la espiración es ruidosa, empuje aún más la mandíbula de la víctima para ensanchar la abertura.



6) Después de cada espiración, vuelva a cerrar con los dedos la nariz del sujeto e insúflele una nueva bocanada de aire, Asegúrese de que los pulmones se ventilan bien cada vez, observando los movimientos del pecho oyendo o sintiendo cómo se escapa el aire durante la exhalación. Las cuatro primeras insuflaciones han de ser profundas y sucederse rápidamente (a menos que se trate de un niño de corta edad, como ya hemos dicho), de suerte que los pulmones de la víctima no lleguen a vaciarse por completo entre una y otra. Luego se repetirá todo el proceso de reanimación a intervalos de unos 5 segundos. Continúese el boca a boca hasta que el paciente recobre el conocimiento o durante un mínimo de 45 minutos si no da ninguna señal de vida. En cuanto comience a respirar, trate él socorriste de coordinar en el tiempo los diversos auxilios que le prodigue. Es deseable cierta fluidez en el ritmo de actuación, pero no hay necesidad de cronometrar las operaciones al segundo.



Durante el proceso de reanudación, el abdomen de la víctima puede hincharse, Esto indica que parte del aire está penetrando en su estómago en vez de inflar los pulmones. La cosa se remedia apretando ligeramente el abdomen con la mano a intervalos frecuentes entre una y otra insuflación.



Si el socorrista lleva mucho tiempo respirando rápida y hondamente, no es imposible que le sobrevengan mareos, le zumben los oídos o hasta pierda el conocimiento en caso de continuar. Si observa en cambio el consejo de soplar a ese ritmo las cuatro primeras veces y ajustar después su respiración al nuevo ritmo de una insuflación cada 5 segundos con sólo un pequeño incremento del volumen normal de aire, podrá seguir practicando la respiración artificial por bastante tiempo sin experimentar ninguno de esos efectos pasajeros. (Si le causan las bocanadas poco profundas y frecuentes que administra a un niño pequeño, interrumpa el ritmo de vez en cuando para respirar a fondo).



Métodos boca a nariz.



Este método debe emplearse cuando no se puede practicar el boca a boca a causa de fracturas en la mandíbula de la víctima, heridas en la cara o espasmos que mantienen ambas mandíbulas fuertemente apretadas. El boca a nariz se lleva a cabo de la misma manera que el primer método, salvo que el socorrista sopla por la nariz del paciente mientras le cierra los labios con una mano. A veces puede ser necesaria separarle momentáneamente los labios para facilitar la espiración.



Método de presión torácica y levantamiento de brazos



Se utilizará este método (cf.fig.5-3) cuando no resulte posible el boca a boca por estar el rostro de la víctima aplastado o fracturado.



1. Medidas preliminares. Despéjense las vías respiratorias de la víctima. Tiéndase a ésta de espaldas con la cabeza inclinada hacia atrás y la barbilla apuntando a lo alto; para facilitar y mantener esta posición, se le colocará bajo los hombros una manta enrollada u otro objeto parecido. Sitúese el socorrista junto a la cabeza y frente a los pies del accidentado. Ponga una rodilla en tierra, apoyando por el otro lado él píe contra el hombro del paciente para que no se mueva. Si el socorrista se cansa de permanecer mucho rato en esa postura, cámbiela rápidamente pasando a sostenerse en la otra rodilla.



2. Modo de proceder, Asiendo las manos de la víctima y sujetándoselas contra el esternón, eche el socorrista su propio cuerpo hacia adelante para ejercer una presión continua y uniforme en sentido vertical hasta que encuentre firme resistencia. Esta presión hace salir el aire de los pulmones.



3. Levántense los brazos de la víctima hasta poner los verticales. En su segundo movimiento, extiéndanse lo más posible hacia atrás.



Esta doble maniobra de levantarlos y extenderlos hacia atrás ensancha el tórax y provoca la --

entrada de aire en los pulmones.



4. Vuélvase a colocar las manos de la víctima en el pecho y repítase el ciclo: comprimir, levantar, extender, regresar. Ejecútense 10 a 12 ciclos por minuto a un ritmo constante y uniforme. Las tres primeras fases del ciclo tendrán igual duración. La última, o asea la vuelta al punto de partida, se realizará con la mayor rapidez posible.



5. Tan pronto como el accidentado empiece a respirar, modifíquese el ritmo de los movimientos para secundar sus tentativas. Prosígase con la respiración artificial hasta que el paciente recobre el conocimiento, hasta que venga a hacerse cargo de él un equipo especializado o un médico, o bien, si no da ninguna señal de vida, hasta que pasen por lo menos 45 minutos.





6. Relevo del socorrista. Cuando el socorrista se canse, deje su puesto a otra persona (de haber alguien que pueda relevarlo) sin interrumpir el ritmo de la respiración artificial. Continuando ésta, córrase hacia un lado, mientras la persona que lo releva ocupa su lugar. Durante el movimiento de extensión, el sustituto alse a la víctima por las muñecas y prosigue el movimiento de regreso al punto de partida, el relevo coge directamente las manos de la víctima al soltarlas su predecesor.





Masaje cardíaco externo.



Si el corazón de la víctima deja de latir, se impone inmediatamente un masaje cardiaco externo junto con la respiración artificial, ¡ los segundos cuentan!. Al pararse el corazón se para también la respiración, a menos que ésta haya cesado antes. No pierda el socorrista la calma. ¡Piense y actúe! Cuando el corazón se detiene no hay pulso, la persona queda inconsciente y flácida, las pupilas de sus ojos se dilatan. Para determinar la presencia o ausencia de pulso en un individuo, tóquesele el cuello con las puntas de los dedos por el lado de la tráquea. Si uno no percibe instantáneamente su pulso, no gaste más tiempo en nuevas averiguaciones: ¡comience enseguida el masaje cardíaco y la respiración artificial! Hágalo también si advierte que el pulso es débil e irregular, aunque no se haya parado del todo, pues ello significa que los latidos del corazón no tienen ya eficacia y están a punto de cesar.



El masaje cardíaco externo consiste en comprimir rítmicamente el corazón sin recurrir a la cirugía. Su objeto es suscitar una circulación artificial de modo que la corriente sanguínea siga irrigando el cerebro y los demás órganos hasta que el corazón vuelva a latir con normalidad. Este tipo de masaje no debe confundirse con el masaje cardíaco interno, que se da directamente al corazón, con la mano, después de abrirle al paciente la pared del pecho.



El corazón está situado entre el esternón y la espina dorsal. Al comprimir el esternón, se empuja el corazón hacia atrás, facilitando así la salida de la sangre por las arterías Cuando la presión se afloja, el corazón vuelve a llenarse de sangre.



Medidas preliminares



Puesto que el masaje cardíaco externo debe siempre combinarse con la respiración artificial, es preferible que actúen a la vez dos socorristas. Uno de ellos se colocará al lado de la víctima y le dará masaje cardíaco, mientras el otro, manteniéndole la cabeza inclinada hacia atrás, le practicará la respiración artificial, Si no hay más que un socorrista, lo hará todo él solo, alternando ambas operaciones como lo describimos más adelante.





Prepárese a la víctima para el método boca a boca de respiración artificial, si se le va a aplicar también el masaje cardíaco, su cuerpo ha de permanecer todo el tiempo horizontal; de lo contrario la sangre no fluye hacia el cerebro por hábil que sea el masajista. La víctima debe ser tendida en una superficie dura. El piso o suelo conviene perfectamente. Una cama o un diván resultan en cambio demasiado flexibles. Elévense las piernas del paciente unos 15 cm, manteniendo horizontal el resto del cuerpo. Esto ayudará a que la sangre vuelva al corazón.



Sitúese el socorrista junto a la víctima y apoye la base de una mano en la mitad inferior del esternón (cf.fig.5-4). Tenga cuidado de no poner la mano sobre el tejido blando del abdomen, debajo del esternón del paciente sin comprimir al mismo tiempo las costillas. Ponga la otra mano encima de la primera. (Si la víctima es un niño, omítase este gesto. Y si se trata de un bebé, apóyense en el esternón sólo las puntas de los dedos de una mano).





Gestos básicos



Con las manos correctamente colocadas, heche el socorrista sus hombros hacia adelante, sin doblar los brazos y comprima el tórax de la víctima (cf. Fig. 5-4). La presión ejercida sobre el esternón deberá hundirlo de 1 a 5 centímetros, pero no más pues en tal caso podrían fracturarse las costillas. (Si el paciente es un niño, apriétese el esternón ligeramente con sólo una mano. Y si es un bebé, con los dedos).



Afloje la presión acto seguido. Realizará el movimiento sin retirar su mano del pecho de la víctima, pero el esternón ha de quedar completamente relajado cada vez.





Procedimiento con dos socorristas.





Si los socorristas disponibles son dos, uno encargado de la respiración artificial y el otro del masaje cardíaco, este último ejecutará un movimiento de compresión por segundo (60 compresiones por minuto). No hará ninguna pausa cuando su colega insufle aire en los pulmones del paciente. Las compresiones han de ser ininterrumpidas, regulares y rápidas. El citado ritmo de 60 compresiones por minuto se mantiene con facilidad contando en voz alta como sigue: uno 1000, uno 2000, uno 3000, uno 4000, uno 5000. Cada vez que el masajista dice uno comprime el corazón y al anunciar el millar lo relaja. Durante todo el masaje irá repitiendo la misma cuenta hasta (uno 5000.)



El socorrista que practica la respiración artificial soplará rápidamente su aire a los pulmones de la víctima al ritmo de una insuflación por cada cinco compresiones de su compañero , o sea, 5x1 cada vez que éste diga uno 5000. Como ya lo hemos indicado, la insuflación no es motivo para que se interrumpa el ritmo del masaje cardiaco. Esto reviste gran importancia, ya que cualquier interrupción en las compresiones paraliza el flujo sanguíneo y reduce a cero la tensión arterial.





Ambos socorristas realizarán sus tareas con la máxima eficacia si ocupan lugares distintos, frente por frente, junto a la víctima. Cuando uno de ellos se canse pueden turnarse, con tal de no interrumpir de manera significativa el ritmo de 5x1, Para ello el socorrista que tiene a su cargo la respiración artificial se aproxima al pecho de la víctima inmediatamente después de una insuflación y coloca sus manos en el aire junto a las de su colega, que continúa dando masaje cardíaco. Una vez lograda la posición correcta, el masajista retira sus propias manos (de ordinario al contar 2000 o 3000 en la serie de compresiones) para ser relevado por su compañero, y el mismo va a ponerse junto a la cabeza del paciente. Al llegar la cuenta de las compresiones a 5000, insufla su primera bocanada de aire.



Procedimiento con un solo socorrista.



Cuando actúe un solo socorrista, deberá el mismo ocuparse tanto del masaje cardíaco como de la respiración artificial, ejecutando entre ambas cosas al ritmo de 15 X 2. Este ritmo consiste en 15 compresiones cardíacas seguidas de 2 insuflaciones muy rápidas y a pleno pulmón. Para recuperar el tiempo utilizado en insuflar aire, el socorrista efectuará las series de 15 compresiones al ritmo más rápido de 80 movimientos por minuto. Llevará la cuenta en voz alta del modo siguiente: 1,2,3,4, y 5; 1,2,3,4, y 10; 1,2,3,4, y 15. Al acabar de decir 15, insuflará en las vías respiratorias de las víctimas dos profundas bocanadas de aire en rápida sucesión (un plazo total de 5 a 6 segundos), sin esperar a que el aire insuflado salga del todo entre ambos soplos. Luego proseguirá con la reanimación repitiendo una y otra vez la misma cuenta. El proceso no debe nunca interrumpirse por cansancio o incomodidad del socorrista. Puede ser necesario prolongarlo todavía mucho más hasta que la víctima recobre el sentido, hasta que un médico o un equipo especializado de socorro tome el relevo o hasta que hayan transcurrido al menos 45 minutos sin que la víctima de señales de vida.











SOCORROS BASICOS Y MEDIDAS DE URGENCIA EN

GRAVE PELIGRO: HEMORRAGIAS.





La vida humana no puede continuar sin un determinado volumen de sangre que lleve oxígeno a los tejidos. Una importante medida de urgencia es, por tanto, cortar las hemorragias para evitar inútiles pérdidas de sangre.



Las hemorragias más frecuentes suelen venir de una herida abierta. La pérdida excesiva de sangre conduce al shock o conmoción cerebral, que a su vez provoca la muerte.



Para contener una fuerte hemorragia, el método más común es comprimir la herida con un vendaje o un parche. Este proceder se combina, ventajosamente con el levantamiento de la extremidad afectada (a menos que se trate del tronco o la cabeza) y la presión digital. El torniquete puede emplearse en las extremidades para frenar la hemorragia, pero solo después de haber taponado la herida, el socorrista para realizar las manipulaciones aquí descritas deberá de utilizar (si es posible) guantes de látex o su similar, como una autoprotección ante el riesgo de sida.



APLICACIÓN DE COMPRESAS, LEVANTAMIENTO DE LA EXTREMIDAD Y PRESION DIGITAL.



El uso de compresas o parches esterilizados facilita la formación de coágulos aplasta los vasos sanguíneos rotos y protege la herida contra a invasión de nuevos microbios.



EXAMEN DE LA HERIDA.



Antes de aplicar el parche, examínese la parte dañada para ver si hay más de una herida. Por ejemplo un proyectil o trozos de metralla pueden haber entrado en el cuerpo por un punto y salido por otro. La herida de salida es en general mayor que la de entrada.













REMOCION DE LA ROPA.





Hágase un corte en la ropa, para que la herida quede al descubierto y no se infecte más. Evítese tirar de la prenda o desgarrarlo, lo que podría empeorar las cosas. La herida no debe tocarse y ha de mantenerse lo más limpia posible, si ya estaba sucia, déjese así; no se intente limpiarla.





VENDAJE Y COMPRESION DE LA HERIDA.





Cúbrase la herida con un parche (como los que llevan los botiquines de campaña de ser posible), sujetando éste con las vendas que forman parte del equipo de urgencia.



Si se requiere mayor fuerza para contener la hemorragia, póngase la mano sobre el vendaje y apriétese bien, permaneciendo así de 5 a 10 minutos hasta que se forme el coágulo. Este deberá ser lo bastante recio como para seguir taponando la herida con la sola ayuda de las vendas, una vez retirada la mano. Puede también aumentarse la presión fijando sobre el vendaje una almohadilla hemostática por medio de una corbata o cualquier otra tira de tela. No se quite el parche o el vendaje para sustituirlo por uno nuevo en tanto que la herida no haya cicatrizado del todo si hay que añadir nuevas compresas o vendas, póngase encima de las primeras, pues al retirar éstas podrían romperse los coágulos aun no completamente solidificados.





LEVANTAMIENTO DE LA EXTREMIDAD.





Con frecuencia se aminora una hemorragia elevando la extremidad herida sobre el nivel del corazón, más no por ello a de interrumpirse la presión directa. El procedimiento de levantar la extremidad está contraindicando cuando hay algún hueso roto en esa parte. Si la fractura no ha sido entablillada, el hueso duele al moverse, acrecentando el shock y pudiendo deteriorar todavía más los nervios, músculos y vasos sanguíneos.









PRESION DIGITAL.





Cuando la sangre sale de la herida a borbotones (hemorragia arterial), es posible utilizar la presión digital para contenerla hasta que las compresas estén listas. Se ejerce con los pulgares, los demás dedos o la mano entera en los llamados “ Puntos de compresión”. Un punto de compresión es el lugar de la arteria cuya sangre brota por la herida, pasa junto a la piel o sobre un hueso. Haciendo fuerza en ese punto, la corriente sanguínea que va del corazón a la herida se detiene total o parcialmente. Para localizar los puntos de compresión, basta saber que son aquellos donde se percibe el pulso. Hasta sentir éste, no se aplique la presión digital (F-5-5).





EL TORNIQUETE.



El torniquete es una ligadura que se coloca alrededor del brazo o la pierna, para comprimirlos y contener así las hemorragias graves.





Solamente debe emplearse cuando la presión directa sobre la herida, la presión digital sobre la arteria y el levantamiento de la extremidad (de poderse efectuar), resulten insuficientes para controlar la hemorragia, lo cual sucederá pocas veces. En cuanto sea posible, prescíndase del torniquete. A su uso se han atribuido no pocas rupturas de vasos sanguíneos y nervios. Si se deja puesto mucho tiempo llega en ocasiones a acarrear la pérdida del miembro herido. (gangrena)





La hemorragia debido a la ruptura de una arteria principal en el muslo, de la pantorrilla o el antebrazo, así como la procedente de varias arterias a la vez (por ejemplo en caso de una amputación traumática), no se puede siempre contener por simple presión. Si el vendaje de urgencia, pese a apretarlo fuertemente con la mano, se empapa todavía de sangre la herida no acaba de cerrarse, hay que aplicarle un torniquete.





Colocado éste, debe permanecer fijo en su sitio, y se procurará que la víctima reciba asistencia médica cuanto antes. No se afloje el torniquete después de aplicarlo, aunque la sangre ya no mane, El shock y la pérdida de sangre, pueden ocasionar la muerte.



A falta de un torniquete especialmente concebido para estos casos, se improvisara con cualquier trozo de tela que reúna las indispensables condiciones de resistencia, suavidad y flexibilidad, por ejemplo una venda de gasa o muselina, un jirón de ropa o un pañuelo de cabeza. Junto con el torniquete improvisado se hará uso de un palo u otro objeto rígido que se le parezca. Para reducir al mínimo los daños causados en la piel, cuídese de que el torniquete, una vez sujeto tenga por lo menos 2.5 centímetros de ancho.



He aquí el modo de aplicarlo (cf. Fig, 5-6).





1) Atese alrededor de la extremidad entre la herida y el tronco, (o entre la herida y el corazón), a unos 5 o 10 cm. De aquella. Nunca se coloque directamente sobre una herida o fractura.





2) En lo posible, póngase el torniquete sobre la manga de la camisa o la tela del pantalón, después de alisarlas, para evitar el riesgo de pellizcar o retorcer la piel. Si este se daña el cirujano no podrá utilizarla para cubrir la parte cercenada, viéndose obligado a cortar más de lo que hubiera sido necesario. Por otro lado, el dolor disminuye al estar la piel protegida.





3) Con el vendaje ya en su sitio, pásese el palo por el nudo y, dándole vueltas en sentido horizontal, apriétese la ligadura. Se apretara solo lo indispensable para que la sangre deje de correr bajo el torniquete. Si antes de colocar este puede percibirse el pulso en la muñeca, o el pié indemnes del miembro herido, al cesar las pulsadas tendremos la prueba de que ya hemos aportado lo suficiente.





4) Para seguir el pulso, tóquese con los dedos (no el pulgar), el punto de compresión en la muñeca o el tobillo de la víctima. No debe emplearse el pulgar ya que sus pequeñas arterias podrían darnos una falsa impresión al interpretar el pulso. De no servirnos este de señal, habrá que confiar en el propio juicio y guiarse por la cantidad de sangre que siga brotando de la herida. En tal caso levántese las compresas de vez en cuando, para ver si el flujo disminuye o separa del todo.





5) Si el torniquete está bien apretado, la hemorragia arterial (a chorros o sacudidas) cesará inmediatamente, pero la sangre que aún queda de las venas de la parte inferior de la extremidad, continuará manando hasta que todos los vasos sanguíneos de esa zona se vacíen. No se siga apretando el torniquete para contener la sangre.





6) Una vez bien colocado el torniquete en su lugar, procédase a curar y vendar la herida.







SOCORROS BASICOS Y MEDIDAS DE URGENCIA EN GRAVE PELIGRO: SHOCK.





El estado de shock o conmoción es aquel en que uno se encuentra cuando el flujo sanguíneo no irriga suficientemente los tejidos y órganos vitales del cuerpo. Su persistencia puede entrañar la muerte aunque la herida o la causa del shock no sean mortales de por sí. El shock obedece a diversas causas, entre otras la pérdida de sangre, la pérdida de fluido en quemaduras profundas, la dilatación de los vasos sanguíneos, el dolor y hasta las reacciones individuales a la vista, de una herida o de mucha sangre. En tales circunstancias los socorros de urgencias se concretan en medidas de prevención es decir, el impedir que el trauma inicial degenere en shock. Sin este hay muchas más probabilidades de sobrevivir.





Cualquier tipo de herida o traumatismo puede originar un shock, cuya aparición será tanto más fácil cuanta mayor gravedad revista el caso.





Sus primeros síntomas son desasosiego, sed, palidez y aceleración del ritmo cardiaco. Una persona en estado de shock puede mostrarse excitada o, al contrario, dar señales de cansancio y abatimiento. Puede sudar aun teniendo la piel fría y pegajosa.

A medida que el shock progresa, su respiración se vuelve jadeante, pese a la ausencia de obstáculos que estorben en el paso del aire. Su mirada se torna lejana y vacía. Su piel se pone amoratada sobre todo en los labios y alrededor de la boca.



PRIMEROS AUXILIOS.



Consisten, como decíamos, en medidas que prevengan la aparición o el empeoramiento del shock, elevar los pies de la víctima, aflojarle la ropa, cubrir su cuerpo por encima y por debajo para que no se enfríe, etc. A lo mismo contribuyen las acciones mencionadas en los párrafos siguientes.





ASEGURAR LA NORMALIDAD DE LA RESPIRACION Y EL RITMO CARDIACO





Para que la respiración y el ritmo cardiaco se mantengan normales, basta aveces con despejar las vías respiratorias superiores, colocando a la víctima en una postura que faciliten la desobstrucción y observándola a fin de que nada vuelva a entorpecer el paso del aire en ocasiones habrá que practicarle la respiración artificial y el masaje cardiaco externo.





CONTENER LA HEMORRAGIA.





En caso de hemorragia se utilizará, según convenga, los métodos ya descritos: aplicación de compresas y vendas, levantamiento de la extremidad afectada y presión digital. El torniquete no debe emplearse sino como último recurso.









AFLOJAR LA ROPA CEÑIDA.





Aflójese la ropa por el cuello, la cintura y otras partes donde quede apretada ; pero no se le quite a la víctima el calzado.



TRANQUILIZAR AL HERIDO.





Asuma el socorrista plenamente su responsabilidad. Actuando con aplomo y confianza en sí mismo, mezclando suavidad y firmeza, muestre a la víctima que sabe lo que está haciendo y que las medidas adoptadas se traducirán en breve por una mejoría. Sea prudente; no inicie la conversación sino para dar instrucciones u obtener los datos necesarios. Si el herido le hace preguntas acerca de la gravedad de sus lesiones, tranquilícelo. Recuerde que el shock es una reacción tanto psicológica como fisiológica.





POSICION DE LA VICTIMA.



La posición en la que ha de ser colocada la víctima varia según el tipo de herida o lesión y según que la propia víctima esté consiente o inconsciente.



A menos que la herida requiera una posición específica, póngase al accidentado sobre una manta o algo por el estilo en una de las posiciones que se describen a continuación:



1)Si la persona conserva el conocimiento el socorrista la colocará boca arriba sobre una superficie plana y con las extremidades inferiores elevadas de 15 a 20 centímetros para que el corazón reciba la mayor cantidad posible de sangre. Esto se logra fácilmente poniéndole la mochila o cualquier otro objeto apropiado bajo los pies. Si se ha tendido a la víctima en una litera, se levanta los pies de esta última. Téngase presente, con todo, que no hay que mover a la víctima que sufre de una fractura hasta haber entablillado los huesos rotos.



2) Si la víctima está inconsciente será colocada en posición lateral. También se le puede tender sobre el vientre, pero con la cabeza vuelta de lado para impedir que los vómitos, la sangre u otros fluidos obstruyan sus vías respiratorias.



3) La persona herida en la cabeza ya será de modo que esta le quede a mayor altura que el resto del cuerpo.



4). Manténgase al herido bien abrigado, aunque sin exagerar. Si es posible, póngase debajo una manta, un trozo de lona o un paño apropiado al caso. Según la temperatura ambiente se le echará o no algo por encima. Cuando el clima lo permita, quítesele al herido la ropa húmeda, excepto el calzado, antes de cubrir su cuerpo. (es indispensable mantener a la víctima bajo sombra para evitar deshidratación).





COMPRESAS Y VENDAS





Todas las heridas son focos posibles de infección, por estar los microbios infecciosos siempre presentes en la piel, la ropa y el aire. Además, el proyectil u objeto causante de la herida los introduce en ella, la infección se origina al multiplicarse y desarrollarse dichos microbios en el lugar lesionado aunque la herida esté ya infectada, sigue siendo importante protegerla para reducir los daños al mínimo. Cuantos menos microbios patógenos le invadan, menores serán las probabilidades de infección y mayores las de que la víctima se recobre. Cualquier herida, por consiguiente, ha de curarse y vendarse cuanto antes, a fin de cortar la hemorragia y protegerse de la infección.





COMPRESAS.





Las compresas son almohadillas esterilizadas que se usan para cubrir heridas. Suelen ser de gasa o de algodón envuelto en gasa. En campañas se utilizan mucho un tipo de compresas que van sujetas a una venda. Según las circunstancias, las compresas adoptan otras formas: gasas de diversos tamaños, algodones, tiras adhesivas, esparadrapo, etc.





Para aplicar una compresa, hágase primero un corte en la prenda de vestir, dejando al descubierto la herida y evitando así nuevos roces que podrían infectarla más. Sáquese luego la compresa de su envoltura y colóquese directamente sobre la herida, sin que toque ninguna otra cosa.





En caso de urgencia y a falta de botiquín puede improvisarse una compresa con cualquier trozo de tela o vestido, hirviéndolo inmediatamente antes de aplicarlo una vez esterilizado por éste medio, pliéguese hasta convertirlo en una almohadilla lo bastante grande como para cubrir toda la herida. Al manipular la compresa, no se toque la parte que ha de estar en contacto directo con la llaga.





Empápese esa parte de antisépticos, si lo hay. Entre los antisépticos naturales figuran: LA SAVIA (bálsamo) del balsamero o abeto balsámico (reviéntense las ampollas de savia que aparecen en su corteza), el liquidambar o resina de ocozol, la trementina de cualquier pino, la resina de ciprés y la resina de abeto del Canadá. En estos dos últimos casos, la resina sale a flote poniendo a hervir en agua un nudo del árbol. No se le dé nunca la vuelta a una compresa para usarla por la otra parte pues toda ella estará ya contaminada.





Vendas.





Las vendas suelen estar hechas de gasa o muselina. Se utilizan encima de una compresa para sujetarla, de suerte que la herida quede bien al abrigo de la suciedad o los microbios exteriores, y para contener la sangre que brota por la misma herida.





También sirve para ligar un miembro fracturado y apretar contra él las tablillas. Una venda debe asegurarse bien por ambos extremos a fin de que ni ella ni la compresa se muevan de su sitio, pero no ha de apretarse tanto que llegue a entorpecer la circulación. Si hay que hacer un nudo, éste será de rizo para que no se suelte.





Vendas de cabos.





Las vendas terminadas en tiras o cabos pueden llevar ya adosada una compresa como sucede con las de campaña. Cada extremo de la venda se prolonga en dos cabos de 10 a 15 cm. De largo, o más según lo requiera la parte del cuerpo que deba vendarse. Estas vendas se improvisan portando un rollo de vendas ordinaria para sus extremos en sentido longitudinal (de 10 a 90 cm.) y dejando el centro intacto para cubrir la compresa que ha sido colocada sobre la herida.



Vendas triangulares y de pañuelo.





Muchos botiquines de urgencia contienen una pieza de muselina en forma de triángulo con la cual pueden efectuarse diversos vendajes (cf. Figs. 5-8 y 5-9). Si el lienzo no se pliega, el vendaje es llamado triangular; cuando se dobla sobre la base constituyendo una banda alargada, recibe el nombre de pañuelo (cf. Fig. 5-7). Con el lienzo se incluyen generalmente dos imperdibles para sostener el vendaje.





Las vendas de ésta clase son muy valiosas en situación de urgencia por lo fácil de su manejo. Pueden así mismo improvisarse a partir de un trozo de camisa, sábana, pañoleta o cualquier otro tejido plegable de suficiente tamaño. Para fabricar un triángulo, córtese primero un cuadrado de tela de unos 93 o 95 cm. de lado y dóblese luego en diagonal. Si hacen falta dos vendas, divídase por el pliegue.



Tipos de vendaje.

Ojos.

Aunque sólo un ojo esté herido, han de vendarse los dos. Como en ambos funcionan a la par, cualquier movimiento del ojo sano tiene eco en su compañero y puede por tanto agravar la lesión.



Mandíbula.



Antes de vendar la mandíbula de una persona, quítesele de la boca todo lo que tenga de postizo y no fijo (dentaduras, aparatos, etc.), guardándole en uno de sus bolsillos. Al colocar el vendaje, déjese a la mandíbula suficiente libertad para que no estorbe el paso del aire ni el de las impurezas que han de evacuarse por la boca. Esta no debe de estar completamente cerrada, lo cual se consigue introduciendo entre ambas encías e hileras de dientes un taco de tela de 1 a 1.5 cm. de grueso. Para evitar que el taco se caiga y llegue a obstruir el conducto respiratorio, deshiláchese la tela y sujétese los filamentos a la venda.



Manos y pies.



Al ir a vendar las manos o los pies, introdúzcase entre los dedos algún tejido absorbente que los separe y preserve a la vez la piel de roces e irritaciones.



HERIDAS GRAVES.





Ciertos tipos de heridas requieren tratamiento y precauciones especiales. Tal es el caso de las heridas en la cabeza, en la cara y el cuello, en el pecho (heridas suctorias) y en el abdomen.





Heridas en la cabeza.



Las hay de varias clases y pueden presentarse separadamente o combinadas unas con otras. Las principales son: corte o contusiones en el cuero cabelludo y fracturas del cráneo. Estas últimas van a veces acompañadas de una lesión cerebral, de la rotura de vasos sanguíneos (cuero cabelludo, cráneo y cerebro) o de ambas cosas a un tiempo.



Una lesión de la cabeza con herida o heridas en el cuero cabelludo se reconoce fácilmente. Mucho más difícil resulta el diagnostico cuando la lesión no entraña ninguna herida externa. Debemos pues estar atentos y sospechar que pueda haber lesiones en la cabeza de una persona, si ésta:



1) Pierde o ha perdido recientemente el conocimiento.

2) Sangra (o echa pus, etc.) por la nariz o los oídos.

3) Tiene el pulso lento.

4) Experimenta dolores de cabeza.

5) Siente náuseas o vomita.

6) Ha tenido alguna convulsión

7) Respira muy lentamente.

8) Disparidad, en la apertura y cierre de las pupilas.





Precauciones especiales.



Déjese tal como está cualquier protuberancia que aparezca en el tejido cerebral y aplíquese sobre el mismo una compresa esterilizada. Tampoco se quiten ni desplacen los cuerpos extraños que pudiera haber en la herida. La víctima debe yacer con la cabeza en posición más alta que el resto del cuerpo.



Heridas en la cara y el cuello.



Las heridas en la cara y el cuello sangran profusamente debido al elevado número de vasos sanguíneos que existen en esas regiones. Por otra parte, tales hemorragias son difíciles de contener



Atiéndase ante todo a las que amenacen con obstruir el conducto respiratorio superior. Una vez contenida la sangre, despéjese este conducto. En la boca del herido suelen quedar fragmentos de dientes o huesos rotos, jirones sueltos de carne y restos de prótesis dentales.



Si la persona está consciente y prefiere incorporarse, manténgasele la cabeza inclinada hacia abajo para facilitar la evacuación por la boca. Si se le acuesta, aunque no haya perdido el conocimiento, empléese la postura propia del estado de shock con la víctima inconsciente, así mismo para despejar la boca.





Heridas suctorias en el pecho.



1.- Las heridas del pecho por las que el aire es aspirado dentro de la cavidad torácica son particularmente peligrosas, ya que pueden provocar la ruptura de los alvéolos pulmonares. La vida de la víctima depende, por tanto, de la rapidez con que pueda cerrarse herméticamente la herida. Examínese con todo detenimiento a la persona accidentada para estar seguro de que no hay ninguna otra herida. Cuando ésta ha sido causada por un proyectil, es probable que exista una segunda perforación hacia fuera. Obsérvese las siguientes instrucciones:





2. Pídase a la víctima, si conserva el conocimiento que exhale con fuerza el aire de sus pulmones y retenga la respiración mientras el socorrista le cierra la herida.



3. Tápese la herida herméticamente cubriéndola con un pedazo de nylon ( bolsa de plastico) u otra materia delgada e impermeable, sobre la cual se pondrá una compresa sujeta con vendas. Un ayudante o la propia víctima apretará la compresa con la palma de la mano en tanto que el socorrista se ocupa del vendaje y lo asegura bien alrededor del cuerpo. (Si se dispone de una gasa impermeabilizada con baselina aplíquese directamente sobre la herida).



4. Para reforzar la presión y tener la certeza de que la herida queda bien obturada, fájese todavía el cuerpo de la víctima con una banda de tela arrancada de la ropa, una manta, etc. o échese sobre el vendaje y el cuerpo del herido una manta. Cada pliegue de estas vendas exteriores debe imbricarse con el que lo precede, de modo que la presión sea firme y se distribuya por igual en todos los puntos. Sujétese el vendaje con cinturones, cordeles o bramante.



5. Si la víctima desea incorporarse, por resultarle más cómoda esta postura, permítasele hacerlo. La respiración es así menos dificultosa, ya que al disminuir la presión abdominal funciona mejor el diafragma. Si prefiere tenderse, el socorrista hará que se apoye sobre el costado herido para que el pulmón sano reciba mayor cantidad de aire. Además la superficie donde yace la víctima sirve en cierta manera de tablilla, sujetándole la parte herida y aliviándole por consiguiente el dolor.





Heridas abdominales.





La herida más grave que puede recibirse en el vientre es la causada por un objeto que atraviesa la pared abdominal perforando a su paso órganos internos o vasos sanguíneos importantes.



No se toquen ni se intenten reintroducir en el cuerpo los intestinos u otros órganos que pudieran asomar por la herida. El socorrista se limitará a cubrirlo todo con una o más compresas esterilizadas.



Sólo empujará adentro un intestino que sobresale, cuando ello sea indispensable para poder cubrir bien la herida. Manténgase las compresas sujetas en su sitio por medio de vendas, pero no se aprieten estas, la presión es inútil para contener hemorragias internas y en cambio, puede contribuir a agravarlas.



No se le dé al herido ni se le permita tomar nada por la boca, pues lo que ingiera pasará por el intestino dañado y propagará la infección por todo el vientre. No hay inconveniente en humedecerle un poco los labios para calmar la sed.



Déjesele reposar sobre la espalda pero volviéndole la cabeza de lado. Como probablemente vomitará, vigílese de cerca para que no se ahogue.





QUEMADURAS GRAVES



Las quemaduras son lesiones del tejido provocadas por un exceso de calor, ciertos productos químicos o la electricidad. Se clasifican según, causa, grado y extensión, a la quemadura misma pueden añadirse otras complicaciones: obstrucción de las vías respiratorias, envenenamiento por óxido de carbono, lesiones pulmonares, shock o infecciones diversas. Al declararse un incendio, muchas personas mueren inmediatamente más por asfixia que por las quemaduras, Las que mueren al cabo de unas horas lo deben en general a un shock. Y cuando la muerte sobreviene de tres a diez días después de haberse quemado, la causa suele ser una infección. Todavía hay otros factores que complican las quemaduras, pero en situaciones de supervivencia poco puede hacerse para evitarlos. La primera tarea en caso de quemaduras graves consiste en ocuparse de los aspectos que ponen a la vida en mayor peligro:



1) Protéjase la quemadura de toda contaminación exterior, minimizando así las posibilidades que se infecte.

2) Si la ropa tapa la quemadura, póngase éste al descubierto, cortando la tela en la zona correspondiente y levantándola con cuidado, sin tocar la llaga:

• No se quiten de la parte quemada los trozos de tela que hayan podido quedar adheridos, ni se intente limpiar la llaga por ningún medio.

• No se tire de la ropa para descubrir la quemadura.

• No se revienten las ampollas.

• No se aplique sobre la quemadura, pomada, ni medicamento alguno.



3) Póngase sobre la herida una compresa esterilizada y sosténgase ésta con un vendaje. Si las víctimas fueran muy numerosas, por ejemplo en caso de accidente colectivo y no hubiere suficientes compresas y vendas, pueden improvisarse con una sábana limpia.



4) Prevéngase el shock (cf. Pag.12 de éste capítulo).



5) Si la víctima esta consciente no vomita y no presenta heridas, heridas en el vientre o cuello, adminístrese la mezcla de cloruro y bicarbonato sódicos contenida en la mayoría de los botiquines de urgencia, disuélvase un sobre de esta mixtura (4.5 g) en aproximadamente 1 litro de agua fresca o fría. No se utilice agua templada ni caliente pues las sales que lleva provocan fácilmente vómitos a partir de ciertas temperaturas.



Nota: si el socorrista no dispone de la citada mezcla, diluya cuatro pastillas de sal y dos de bicarbonato sódico o, ½ cucharadita de sal de mesa y ¼ de cucharadita de bicarbonato de sodio en un litro de agua fresca o fría. Si sólo encuentra sal, utilícela sin el bicarbonato. Y si no tiene ni lo uno ni lo otro use el agua sola.



6) A la víctima se le dará a beber la solución lentamente, procurando que consuma toda la cantidad en el plazo de una hora. Si siente náuseas no se le siga administrando el líquido afín de que no vomite ni se debilite aun más, pero consérvese para cuando ya se le hayan pasado las náuseas. La solución mencionada contribuye al restablecimiento de las sales y fluídos que necesita el organismo.





FRACTURAS



De las fracturas (huesos rotos) pueden resultar la total incapacidad física de una persona y hasta su muerte. Por otro lado el oportuno tratamiento de muchas de ellas permite una recuperación completa. Mucho depende de los primeros auxilios recibidos por la víctima antes de que la trasladen. Entre estas medidas de urgencia figura la inmovilización de la parte fracturada, junto con todos los demás socorros de primera necesidad, ya explicados anteriormente. Uno de los principios básicos en caso de fractura consiste en inmovilizar las articulaciones por encima y por debajo del hueso roto.



Clases de fractura.



Llámase fractura cerrada la que se produce en el hueso sin que se rompa la piel que lo recubre, es decir, sin herida. En éste tipo de fracturas puede haber lesión del tejido subcutáneo. Para aplicar los primeros auxilios, las dislocaciones y esguinces han de considerarse como fracturas cerradas.



La fractura abierta es una rotura de hueso con herida o desgarre de la piel. El mismo hueso roto puede haber perforado el tejido cutáneo o, al revés, la perforación puede haberse producido desde el exterior por algo que haya penetrado a través de la carne. Toda fractura abierta está infectada o corre peligro de infectarse.



Señales y síntomas de fractura



Una fractura se reconoce fácilmente cuando el hueso sobresale deformando la piel, cuando la extremidad afectada adopta una posición anormal o cuando la pared del tórax aparece hundida. Otras señales de fractura son: sensibilidad o dolor al ejercer una ligera presión en el punto crítico; hinchazón y descoloramiento de la piel en ese mismo punto. El dolor profundo y agudo experimentado por la víctima al moverse es también signo de fractura. Por ello, para averiguar si a la persona se le ha roto realmente algún hueso, no debe pedírsele que mueva la parte adolorida, pues esto podría deteriorar aun más los tejidos circundantes y provocar un shock. En caso de duda, trátese la lesión como si fuera una fractura.





Necesidad de inmovilizar las fracturas.





La parte del cuerpo donde se ha producido una fractura debe inmovilizarse para impedir que las aristas del hueso roto, cortantes como hojas de afeitar, desgarren tejidos, músculos, vasos sanguíneos y nervios. Además la inmovilización reduce considerablemente el dolor y los riesgos de shock. En las fracturas cerradas, la inmovilización evita que las astillas o fragmentos óseos hieran la piel y que, por la herida, toda la zona se contamine o infecte. Una fractura se inmoviliza entablillándola.



Reglas para entablillar.



Si se trata de una fractura abierta, conténgase primero la hemorragia; luego tápese la herida con compresas y vendas como cualquier otra. Deben observarse las siguientes reglas (cf.fig. 5-10):



1) Atenerse al clásico principio de entablillar en caliente. Eso significa que ha de entablillarse la parte fracturada antes de mover a la víctima y sin intentar corregir deformación alguna. Si la posición de un hueso parece poco natural o la articulación está doblada, no se enderecen. Si la articulación no está doblada, no intente doblarla.



Cuando las circunstancias aconsejen mover a una persona con fractura de una extremidad inferior antes de entablillar esta última, utilícele la pierna sana como tablilla provisional, atándola a la pierna rota; haciendo después a la víctima por los sobacos, se le arrastrará únicamente en línea rectal. En ningún caso se le empuje o mueva de lado.



2) Colocar las férulas o tablillas de modo que tanto en la articulación situada encima de la fractura como la que está debajo queden inmovilizadas.



3) Introducir un relleno entre la férula y el miembro afectado para que la presión no sea excesiva ni sufra mayores daños los tejidos, vasos sanguíneos y nervios. Estos es de especial importancia en la entrepierna, los sobacos y todo lugar donde la tablilla esté en contacto próximo con el hueso: codos, muñecas, rodillas y tobillos.



4) Sujetar la tablilla con vendas por varios puntos encima y debajo de la fractura, pero sin apretarlas tanto que entorpezcan la circulación de la sangre. Ninguna venda ha de pasar sobre la fractura misma. Los nudos, que deben ser de rizo, se harán contra la férula, para que no lleguen a tocar directamente el miembro herido.



5) Utilizar un cabestrillo (cf. Fig. 5-11) para sostener un brazo entablillado y doblado por el codo. También se empleará en caso de fractura del propio codo (sí queda doblado) y de esguinces o heridas dolorosas en el brazo.





Férulas.



Las férulas pueden improvisarse con toda clase de tablas, maderos, palos, ramas de árbol, revista o periódicos enrollados y cartón. Si no se tiene nada de esto a mano, la propia pared del tórax puede usarse para inmovilizar un brazo roto, y tratándose de una fractura en la pierna, la sana sirve hasta cierto punto de tablilla, como más arriba lo mencionábamos, atándola con su compañera.







Relleno.



El relleno se improvisa con cualquier tela gruesa, por ejemplo trozos de una chaqueta, una manta, una lona... o con hojas de árbol.



Ligaduras y vendas.

Cinturones y portafusiles son excelentes ligaduras, además de las que pueden fabricarse con pañuelos y jirones de ropa, sábanas o mantas. Para sujetar una férula no deben emplearse ligaduras demasiado delgadas, como alambres o cordeles.

Cabestrillos.



Los faldones de un chaleco o de una camisa sirven de cabestrillos en caso de necesidad. También pueden éstos confeccionarse con cinturones y trozos de ropa o mantas. El triángulo (véase más adelante) es ideal como cabestrillo.



Fracturas en la columna vertebral.



A menudo es imposible saber si una persona tiene o no fracturada la columna vertebral. Sospéchese de cualquier lesión en la espalda, especialmente a raíz de una caída, un golpe fuerte o una encorvadura brutal. Si a ello se añade la pérdida de sensibilidad en las piernas o la incapacidad de moverlas, uno no puede estar prácticamente seguro de que la lesión reviste la suficiente gravedad como para asimilarla a una fractura y tratarla en consecuencia. Recuérdese que, en caso de fractura de la columna, todo movimiento o inclinación de la espalda puede contribuir a que los fragmentos del hueso roto seccionen la médula espinal, provocando en la víctima una parálisis permanente. La columna vertebral debe conservar su posición cimbreada para amortiguar las presiones que se ejercen sobre la médula.



Cuando no se haya de transportar al herido, procédase como sigue:



1) Si la persona está consciente, dígasele que no se mueva.

2) Será dejada en la posición en que se encuentra, sin moverle ninguna parte del cuerpo.

3) Si yace boca arriba, póngasele bajo el arco de la espalda una manta u otra cosa blanda de dimensiones semejantes para mantenerle la columna vertebral en posición cimbreada. Si esta boca abajo, no se le ponga nada en ninguna parte.





Cuando haya que transportar al herido, obsérvese estas reglas:



Posición boca arriba, la víctima que yace boca arriba debe ser transportada en una camilla o algo duro

que haga sus veces, por ejemplo una tabla ancha o una puerta lisa. La camilla genuina o improvisada, ha de ser más larga que su ocupante. Atensele a éste una con otra las dos muñecas sobre la cintura con un pañuelo de cabeza o un jirón de ropa. Extiéndase en la camilla una manta plegada allí donde ha de reposar el arco de la espalda. Colóquese luego al herido sobre la camilla sin doblarse la columna vertebral. Esto le hará un equipo de cuatro hombres.



1) El segundo, tercero y cuarto hombre se situarán, con una rodilla en tierra, a los pies y a un lado de la víctima, mientras el primero se pone al otro lado



2) Entre todos ellos y coordinando bien sus movimientos, levantarán suavemente a la víctima hasta unos 20 centímetros; acto seguido, el primer hombre deslizará la camilla por debajo de la víctima, cerciorándose de que la manta está en su sitio y regresando después a su posición primitiva.



3) Por último todos los hombres, siempre acompasadamente, depositarán con cuidado a la víctima en la camilla.



Posición boca abajo. En este caso hay que transportar al herido sin cambiarlo de postura. Cuatro hombres, como antes, lo levantarán y colocarán sobre la camilla normal o improvisada con rollos de mantas. Si se utiliza una verdadera camilla, póngase sobre el mismo una manta plegada en el lugar donde ha de apoyarse el pecho de la víctima.



Fracturas de cuellos.



Una fractura en el cuello es sumamente peligrosa. Las astillas del hueso roto pueden dañar y aun seccionar la médula espinal como cuando se rompen las vértebras de la espalda. Si el herido no va a ser transportado hasta que llegue el personal médico actúese del modo siguiente:



1) En caso de que la víctima conserve el conocimiento, ordénesele que no se mueva. Cualquier movimiento podría acarrearle la muerte.





2) Déjese a la víctima en la posición en que se le ha encontrado. Si tiene el cuello torcido, inmovilícese tal como está.



3) Si la víctima yace boca arriba, no se le mueva la cabeza, levántesele los hombros ligeramente y pásesele bajo el cuello un rollo de tela del volumen aproximado de una toalla de baño. Este rollo será lo bastante grueso como para mantenerle el cuello un poco arqueado sin subirle la nuca. No se le inclinen ni el cuello ni la cabeza hacia delante. No se le eleve ni tuerza la cabeza.



4) Inmovilícese esta última. Ello puede lograrse colocando a ambos lados de la misma objetos de cierto peso: rocas, sus propios zapatos o botas, etc. si por ejemplo, se usan sus botas para sostenerle la cabeza, se llenarán previamente de piedras, grava, arena o barro, y luego se atarán con fuerza por arriba. Tal vez sea necesario poner encima algunos trapos a modo de tapón para que el relleno no se salga.



Si la víctima ha de ser transportada de inmediato, se requieren para este servicio por lo menos dos personas, pues la cabeza y el tronco del herido deben moverse al unísono. Los dos socorristas coordinarán al máximo sus movimientos, cuidando de no doblar en modo alguno el cuello de la víctima. He aquí el método que debe seguir:



1) Colóquese junto a la víctima una tabla ancha en sentido longitudinal. Cada uno de sus extremos ha de exceder al menos en 10 centímetros la cabeza y los pies del herido.



2) Si la víctima yace boca arriba, el primer hombre le sujetará con las manos la cabeza y el cuello, mientras el segundo, apretando la tabla con un pié y una rodilla para que no se mueva, asirá a la víctima por el hombro y la cadera y la arrastrará suavemente hasta colocarla en la tabla.



3) Si la víctima está boca abajo, el primer hombre le sujetará igualmente la cabeza y el cuello, mientras el segundo da la vuelta al herido y lo empuja con delicadeza hacia la tabla.





4) A continuación, el primer hombre sigue sosteniendo con sus manos la cabeza y el cuello de la víctima. Entretanto el segundo se le levanta ligeramente los hombros, le pone un cojinete o algo equivalente bajo el cuello y le inmoviliza la cabeza. Esto último puede hacerlo con las botas del herido, con trozos de manta rellenos de piedras o con cualquier otro objeto pesado.



5) Manténgase esos improvisados soportes en su sitio con un pañuelo de cabeza o un trozo de ropa, pasándolo sobre la frente de la víctima y anudándolo por debajo de la tabla.



6) Póngase la tabla sobre una camilla o una manta, según las disponibilidades para transportar a la víctima.







PRIMEROS AUXILIOS EN EMERGENCIAS COMUNES.



Heridas leves.



La mayoría de las heridas leves, como las cortaduras, no suelen sangrar mucho. Es hasta beneficioso que sangren un poco, ya que así se limpia mejor la herida. El principal peligro proviene de la contaminación exterior que puede degenerar en infección. La persona con una herida leve tomará las siguientes medidas de urgencia:



1) Evitar todo contacto de la herida con otras cosas excepto las descritas a continuación, que sirven para curarla.



2) Lavar bien la piel circundante con agua y jabón. Límpiese delicadamente la herida. Aplíquese a la misma una solución antiséptica (tintura de benzalkonium u otra aceptable), si se tiene al alcance, (En ningún caso han de utilizarse soluciones más fuertes que 1.750.)



3) Tapar la herida con una compresa esterilizada, sin permitir que la toque ninguna otra cosa, y sujetar la compresa con un vendaje.



4) Cambiar el vendaje con frecuencia, si los suministros y las circunstancias lo permiten.





Importante: en caso de improvisar parches o vendas con ropa o cualquier otra clase de tejido, como la lona de una tienda de campaña, deben siempre esterilizarse en agua hirviendo antes de su uso.





Quemaduras leves.



Las quemaduras leves pueden resultar de una exposición excesiva al calor seco o a los rayos solares, así como del contacto con líquidos muy calientes, productos químicos o la electricidad. En este caso de una de estas quemaduras, sumérjase inmediatamente la parte quemada en una corriente de agua fría o límpiese con agua lo más helada posible hasta que se calme el dolor (de ordinario al cabo de unos 5 minutos), hay dos tipos de quemaduras leves: aquellas en que la piel aparece chamuscada con ampollas y las que no presentan estas características.







En las primeras el tejido cutáneo se desgarra las más de las veces. Cúbranse, por tanto, con un parche esterilizado para protegerlos de la contaminación e infección. No se revienten las ampollas. Manténganse la compresa en su sitio con una venda.





Si la quemadura no levanta ampollas ni está chamuscada, de modo que no hay peligro de que desgarre la piel pueda considerarse como bastante ligero aunque se extienda sobre una vasta zona del cuerpo, como sucede cuando uno se tuesta al sol algo más de lo debido. Entonces es necesario utilizar compresas. Para calmar el dolor evítese contacto de la parte quemada con el aire, sumergiéndola en agua fría. También puede aplicársele un ungüento apropiado, vaselina o levadura en polvo (y hasta harina) disuelta en agua. Si no se dispone de ninguna de estas cosas puede sustituirse por arcilla o tierra húmeda.





CUERPOS EXTRAÑOS EN EL OJO.





Cuando una partícula extraña se nos introduce en el ojo, no lo restreguemos. Si la partícula ha ido a situarse bajo el párpado superior, tírese de éste hacia arriba asiéndolo por las pestañas y separándolo un poco del globo del ojo. Manténgase así hasta que corran con suficiente abundancia las lágrimas, que a menudo arrastrarán consigo la partícula.



Si esto no diera resultado, pídase ayuda a otra persona para que nos mire bien el globo del ojo, sin olvidar la parte interna del párpado inferior. Una vez localizado el corpúsculo, retírese con la punta húmeda de un pañuelo limpio.



Si el cuerpo extraño no se encuentra bajo el párpado inferior, inspecciónese el otro párpado. Cogiendo este último por las pestañas con los dedos del pulgar e índice y poniéndole encima un mango de cerilla. Un palillo o una ramita a modo de charnela désele la vuelta al párpado tirando de él hacia arriba y hacia atrás, examínese luego su interior mientras el resto del ojo se mueve hacia abajo. Quítese la partícula con la punta humedecida de un pañuelo limpio.



Si el corpúsculo es de vidrio o metal y no puede extraerse por los métodos descritos, véndese los dos ojos de la víctima hasta que le sea posible recibir tratamiento médico.



Nota: en caso de vendarle el ojo afectado, la víctima se servirá con normalidad del otro, pero, al estar sincronizados los movimientos de ambos ojos, la víctima no podrá evitar que se le mueva el ojo enfermo, con los consiguientes daños.



Si lo que penetra en el ojo es una materia cáustica o irritante, como ácido de pilas, amoniaco, etc. riéguese sin tardanza con gran cantidad de agua. Según se trate del ojo derecho o del izquierdo para evitar que la sustancia irritante llegue a salpicar el ojo sano.









Cuerpos extraños en los oídos, nariz o garganta.



No se introduzca nunca en el oído objeto alguno, a manera de sonda para extraer un cuerpo extraño. Si este es un insecto, se le atraerá hasta afuera sosteniendo una luz junto a la oreja. Si aun así no sale, ahóguesele o inmovilícele echando agua en el oído. Muchas partículas extrañas se desalojan por este procedimiento. Sin embargo, no debe utilizarse cuando el corpúsculo pueda hincharse al ser humedecido, por ejemplo. En el caso de una semilla o una partícula de madera.



Lo único que a menudo se consigue sondeando la nariz para remover un cuerpo extraño es incrustar aún más éste último, sin contar los posibles perjuicios que uno puede causar en los conductos nasales. Trátese de desalojar corpúsculos soplando suavemente dentro de la nariz del accidentado. Si esto fracasa, recúrrase a un medico.



En el caso de la garganta bastará muchas veces con toser para despejarla. De no lograr así ningún resultado, inténtense extraer la partícula extraña con los dedos pero teniendo mucho cuidado de no empujarla todavía más adentro, cuando la partícula no sale a pesar de nuestras tentativas, hay gran peligro de que se obstruya las vías respiratorias, por lo que se conviene buscar asistencia médica lo antes posible. Otra opción es utilizar la presa de heimplich, que describimos al final de ésta sección.





Ahogamiento.



El ahogamiento tiene lugar cuando el agua u otro líquido obstruye las vías respiratorias contrayendo espasmódicamente las cuerdas vocales bloqueando el paso del aire. Muchos ahogados que parecen ya muertos se reaniman al practicarles pronta y eficazmente la respiración artificial. En tales casos la rapidez es importante evitando toda demora, (por pequeña que sea) reduce las probabilidades de que la víctima sobreviva. Con frecuencia podrá empezarse a practicar el método boca a boca de respiración artificial aun antes que la víctima acabe de ser transportada fuera del agua al alcance del socorrista, comience este la respiración artificial. Una vez en la orilla no pierda preciosos segundos en dar la vuelta al ahogado para sacarle el agua de los pulmones; continúe administrándole la respiración artificial.





Electrocución.



Los accidentes debidos a una descarga eléctrica se producen la mayoría de las

veces al entrar la víctima en contacto con un cable por donde pasa la corriente. En ocasiones, la víctima ha sido alcanzada por un rayo. Ante un caso de electrocución, sobre todo por el contacto con un cable, actúese del modo siguiente:



1) Córtese el fluido eléctrico si su fuente o el interruptor están cerca pero no se pierda tiempo buscándolos. En lugar de esto, apártese del cable al electrocutado usando para ello una pértiga de madera seca, una cuerda seca, ropa seca o cualquier otro objeto no conductor de electricidad. Si no hay algún palo al alcance de la mano arrástrese simplemente a la víctima con un cabo de cuerda o un trozo de vestido a los que pueda asirse. No toque el socorrista con sus manos desnudas ni el cable ni a la víctima, so pena de electrocutarse él mismo.



2) Practíquese a la víctima la respiración artificial en cuanto se la haya separado del cable, pues no es infrecuente que una descarga eléctrica paralice la función respiratoria. Tómesele también el pulso, por si el corazón se hubiera parado. Sino se percibe el pulso inmediatamente, désele al electrocutado masaje cardíaco externo junto con la respiración artificial.





La presa de heimlich.



Una persona con la tráquea obstruida por alimentos no puede respirar ni hablar se pone cianótica y acaba por sufrir un colapso. Le quedan entonces apenas cuatro minutos de vida si no acude alguien a salvarla aplicándole la presa de heimlich (cf. Fig. 5-12).



Si la víctima esta de pie o sentada:

1) Acérquese el socorrista por detrás y pásele los brazos alrededor de la cintura.



2) Forme con una de las manos un puño y apóyelo en el abdomen de la víctima un poco más arriba del ombligo y debajo de la caja torácica; luego agarre la muñeca de esa mano con la otra.





3) Apriete fuertemente y con brusquedad su puño contra el abdomen de la víctima provocando así en ella una rápida exhalación de aire que expulse de la tráquea el alimento o cuerpo obstructor.

4) Repita esta última operación cuantas veces sea necesario.





Si la víctima está tendida sobre la espalda:



1) Arrodíllese el socorrista frente a ella, a la altura de sus caderas, poniendo una pierna a cada lado.



2) Coloque una mano extendida, y la otra encima, sobre el abdomen de la víctima un poco más arriba del ombligo y debajo de la caja torácica.



3) Apriete luego en ese punto con la base de la mano, ejecutando el movimiento bruscamente.



4) Repita el mismo movimiento cuantas veces sea preciso.



Si la víctima yace boca abajo, désele la vuelta y procédase como acabamos de explicar.





TRANSPORTE DE HERIDOS



Transportar a una persona herida en camilla, es más seguro y cómodo para ella que hacerlo manualmente. También resulta más fácil para el socorrista. Con todo, hay ocasiones en que, a causa del terreno u otras circunstancias, es indispensable el transporte manual. En tal caso la víctima ha de ser instalada en una camilla tan pronto como haya alguna disponible o pueda improvisarse.





Trato y manipulación de un herido.



Aunque la vida de un herido se haya logrado salvar gracias a los primeros auxilios, todavía peligra si no se tiene cuidado al manipularlo para efectuar su transporte. Así pues, antes de mover a la víctima, hay que evaluar el tipo y extensión de sus heridas, cerciorarse de que han quedado bien taponadas con compresas y, en caso de fracturas, comprobar que los huesos rotos están perfectamente inmovilizados y sujetos para que no puedan dañar los músculos, los vasos sanguíneos o la piel. Según el resultado de esa evaluación y los métodos de transporte manual que conozca escogerá el socorrista el método que más convenga en la situación dada. Si la víctima está consciente, se le dirá como va a ser transportada. Ello le dará valor para moverse y cooperar con sus salvadores.





Métodos manuales de transporte.



Estos métodos pueden ser puestos en práctica por uno o dos socorristas. Siempre es mejor que haya dos; así la víctima va más cómoda y es menos probable que se agraven sus heridas. Además, a los propios socorristas les resulta más sencillo el transporte y pueden llevar al herido más lejos sin cansarse.



Algunos métodos de transporte se relevan inadecuados para ciertos tipos de heridas, por ejemplo cuando la víctima se ha fracturado un brazo, el cuello, la espalda, una cadera, un muslo o una pierna. La posición en que han de colocar la dependerá del método empleado.





Método del bombero.



El método del bombero es uno de los más fáciles para que un solo hombre transporte a otro. Una vez que la persona inconsciente o herida está en posición correcta es levantada del suelo como se describe en los cuatro o 5 primeros números que siguen:



1) Después de hacer rodar a la víctima hasta poner la boca abajo, ábrale el socorrista las piernas; tómela luego por el tórax enganchando sus propias manos debajo, es decir, contra el pecho de la víctima. Tire de ella hacia sí y levántela hasta arrodillarla.





2) Siga tirando hacia atrás, de modo que las piernas de la víctima se vayan poniendo rectas. Dejará de tirar cuando sus rodillas se junten.

3) Muévase hacia delante enderezando al mismo tiempo a la víctima, pero manténgala un poquito inclinada (hacia atrás) para que no se le doblen las rodillas.

4) Sujetando constantemente a la víctima con el brazo izquierdo, libérese el socorrista el brazo derecho, coja con rapidez la muñeca derecha del herido y levántele el brazo lo más alto que pueda. Sin perder un instante, pase el socorrista su cabeza por debajo del brazo de la víctima, dejándolo caer a la vez. Dése luego la vuelta con suavidad hasta colocarse frente al herido y échele los brazos alrededor de la cintura sujetándolo bien. A continuación, meta la punta de su pie derecho entre los pies del herido y sepárelos de 15 a 20 centímetros.

5) Con la mano izquierda, agarre la muñeca derecha de la víctima y levántele el brazo. Este debe pasar sobre la cabeza del socorrista.

6) Inclínese el socorrista doblando la cintura y las rodillas; luego tire del brazo de la víctima hacia abajo hasta que cuelgue de su propio hombro izquierdo. El tronco del herido descansa así sobre los hombros del socorrista. Simultáneamente sujétele éste las piernas con el brazo derecho.

7) Empuñe con su mano derecha de la víctima y apoye la izquierda en su propia rodilla izquierda para poderse enderezar con su ayuda.

8) Con la víctima ya cómodamente instalada sobre los hombros, levántese. En la posición final, de pie, la mano izquierda del socorrista queda libre para otros menesteres.







Apoyo.



En el transporte que llamamos de apoyo, el herido ha de ser capaz de caminar o al menos sostenerse sobre una pierna. El socorrista le sirve de muleta. Este método es útil para transportar a una persona tan lejos como pueda ir caminando con ambas piernas o con una sola (a la pata coja), apoyándose en el socorrista.





Transporte en brazos.



El transporte en brazos resulta apropiado para recorrer poca distancia y depositar luego a la víctima en una camilla.





Transporte a cuestas con las piernas apoyadas.



Sólo una víctima consciente puede ser transportada de esta manera, ya que ha de abrazarse al cuello del socorrista.





Transporte a cuestas con las piernas colgando.



En esa modalidad, el peso del herido recae sobre la parte alta de la espalda del socorrista, facilitándose así el transporte cuando la distancia no es muy larga. Para evitar que la víctima se lastime los brazos, el socorrista se los mantendrá con las palmas de la mano hacia abajo.



1) Levántese al herido del suelo como en el método del bombero.



2) Sosteniendo a la víctima por la cintura, el socorrista le asirá la muñeca más cercana y le pasará el brazo sobre su propia cabeza dejándolo caer por encima del hombro. Vuélvase luego de cara al herido sin descargársele de la espalda, agarre su otra muñeca y échese el segundo brazo por encima del hombre.



3) Inclínese el socorrista hacia delante y empuje a la víctima lo más alto que pueda sobre su espalda, para que todo el peso del cuerpo inerte recaiga en ella.





Método del cinturón.



Este es el mejor método para un solo socorrista que deba recorrer un largo trecho con el herido. Para sujetar a la víctima se utiliza un cinturón que pasa sobre los hombros del socorrista. Las manos de entre ambos, socorrista y víctima, quedan libres, permitiéndoles llevar armas y equipajes, ascender por terrenos pendientes o superar otros obstáculos. Con sus propias manos e libertad y la víctima bien sujeta a su espalda, el socorrista puede también arrastrarse entre arbustos o ramas muy bajas, que de otra manera le cortarían el paso.



1) Júntense uno con otro dos cintos de pistola formando una especie de cabestrillo. (si no hay cintos de pistola, pueden suplirse con otras cosas: un portafusil, dos bandas de tela fuerte, dos correas de camilla o cualquier tira de materia resistente que no corte ni ciña demasiado a la víctima.) pásese el cinturón bajo los muslos de la víctima y la parte inferior de su espalda, dejando una lazada abierta a cada lado.





2) Túmbese el socorrista boca arriba entre las piernas abiertas de la víctima y meta los brazos por las lazadas. Agárrele la mano y la pernera del pantalón por el lado herido.





3) Darle vuelta sobre el vientre hacia el lado sano de la víctima, arrastrándola consigo. Reajuste el cinturón si es preciso.





4) Incorpórese hasta quedar arrodillado sobre una pierna, siempre con la víctima a cuestas sujeta por el cinturón.





5) Apoyándose en la rodilla con una mano para hacer fuerza, levántese del todo. El peso de la víctima recae ahora sobre sus hombros.





6) Lleve así al herido, dejando las propias manos en libertad.







TRANSPORTE POR DOS PERSONAS.



Un solo hombre que traslade a un herido por el método del bombero o del cinturón puede ir con él mucho más lejos, más de prisa y más cómodamente que dos o varios hombres llevándolo entre todos. No obstante, dos o más hombres transportan a una víctima con mayor rapidez que uno solo. Cuando la distancia por recorrer es corta o moderada. El procedimiento más fácil consiste en que la víctima, ya puesta de pie, se apoye en ambos socorristas echándoles los brazos alrededor del cuello. Ellos la llevan así hasta la camilla o la ambulancia, sosteniéndola simplemente por el talle o, si les gana en altura, levantándola y sentándola en sus brazos. Otro método es transportarla también en brazos, pero tumbada, o asirla entre los dos, uno por las piernas y el otro por el tronco. Sin embargo, como ya hemos dicho, este tipo de transporte es incómodo si hay que recorrer con el herido una larga distancia, sobre todo por terreno difícil. Más rápido y seguro es entonces el método del bombero o el del cinturón.







Cómo improvisar una camilla.



Una camilla o parihuela puede improvisarse con muchas cosas distintas, si constituye una superficie plana de tamaño suficiente: tablones, puertas, contraventanas, bancos, escaleras de mano, catres o varios palos unidos entre sí. En lo posible, todos esos objetos deben acolcharse o rellenarse con algo blando.



También resultan satisfactorias las camillas que se fabrican afianzando una serie de palos entre mantas, trozos de tiendas de campaña, lonas alquitranadas, chaquetas, camisas, sacos, mochilas, fundas de almohada o de colchón, etc. los palos, si no se encuentran por los alrededores, se improvisan a su vez con ramas robustas, culatas de fusil, soportes de tienda, esquíes y otras cosas semejantes.



Si no hay palos de ninguna clase, tómese una manta de gran tamaño, o algo equivalente, enróllese hacia el centro por ambos extremos a la vez; los dos rollos así obtenidos pueden utilizarse para sujetar bien a la víctima al transportarla.

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