Ocho hombres, pertrechados de mapas, GPS, fotografías aéreas y enormes conocimientos de geología, recorrieron ayer la falla cuyo desplazamiento provocó el seísmo de Lorca. El grupo buscaba el epicentro, el punto de la superficie terrestre desde el que partió el latigazo sísmico que mató a nueve personas y dejó sin hogar a varios miles.
Los geólogos iban encabezados por el profesor de la Universidad Complutense de Madrid José Martínez. Este descendiente de Lorca se mueve por la falla, de unos cien kilómetros de largo y cuatro de ancho, con la soltura; no en vano dedicó ocho años de su vida a estudiarla para su tesis doctoral. El grupo, de carácter científico, lo completan técnicos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y expertos del Grupo de Tectónica Activa de la Complutense y de la Universidad Rey Juan Carlos.
Cuando se registra un terremoto significativo, el grupo se reúne para explorar el terreno en el que se produce, antes de que las lluvias o la acción del hombre borren este "patrimonio geológico efímero". Las pruebas obtenidas, en forma de deslizamientos y cortes del terreno que un ojo no experto sería incapaz de interpretar, se acumulan a otras evidencias científicas de anteriores temblores para generar una base de datos que permita calcular la periodicidad de las roturas de falla y la intensidad máxima de los movimientos.
Martínez afirma que el terremoto del miércoles "fue pequeño a escala geológica, lo malo fue que la ciudad estaba sobre la falla", que aproximadamente va desde Murcia capital hasta Puerto Lumbreras, pasando por Alhama, Totana y el centro urbano de Lorca. Sin embargo, ayer al cierre de este reportaje, los científicos no habían hallado el punto concreto de la fractura de la falla. En realidad era algo esperado, afirma el profesor, ya que los seísmos de magnitud inferior a seis grados rara vez dejan signos de fractura.
Los geólogos reclaman que los planes de emergencia y las normas de construcción sismorresistente incorporen los datos de las fallas, que son las que en definitiva provocan los terremotos. Hasta ahora, las normas del Instituto Geográfico Nacional solo tienen en cuenta la periodicidad de los seísmos en una zona para fijar los requisitos de construcción y no se fijan en las características del terreno, aunque Martínez observa un cambio de mentalidad. "Este terremoto, aunque resulte paradójico, puede salvar vidas si se hacen las cosas bien y se aplica la experiencia científica", afirma.
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